Alguien llevó su mirada al cielo, como agradeciendo. Fue en el instante en que todos los presentes hicieron un minuto de silencio por los isseis ausentes (japoneses de primera generación). Ese hombre era Gerardo Uehara, que no pudo evitar emocionarse, no sólo por recordar a su padre, sino también por reencontrarse con otros nikkei (descendientes de japoneses) contemporáneos a él, con los que pudo recordar lo vivido y compartido en el pasado. Pero esto no sucedió al azar.

Hace unos días se realizó el “Homenaje de la colectividad japonesa a la Argentina, en la cuna de la Independencia”, que se desarrolló en la Facultad de Filosofía y Letras. La organización estuvo a cargo del Centro de Estudios de Asia y África de la Universidad Nacional de Tucumán, dirigido por Liliana Palacios de Cosiansi, y la Colectividad Japonesa de Tucumán, representada por Keiko Saito, donde también se celebró el centenario de la Asociación Japonesa en la Argentina.

Durante las jornadas, hubo una mesa panel integrada por docentes investigadores que abordaron distintos aspectos de Japón; y un homenaje a los inmigrantes japoneses de primera generación de Tucumán, como a Hiroshi Kakeno, Shigenobu Kamiya, Tamiji Kanazawa, Natsue Saito, Minoru Shiroma, Takao Shiroma, Miki Sato. Además, se presentaron danzas y canciones japonesas, exhibición de Kendo (esgrima japonesa), de Taiko (tambor) y bases de cocina japonesa, representados por delegaciones de las provincias de Buenos Aires, Salta, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, y se hicieron exposiciones simultáneas de origami, fotografía (con la historia de inmigrantes japoneses de Tucumán) y maquetas de arquitectura con origami (de los alumnos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT).

Con todo ello, no fue raro ver por los pasillos de Filosofía y Letras a mujeres de origen japonés maquillándose -no tanto como una geisha- antes de subir al escenario para interpretar danzas tradicionales clásicas, muy comunes en la corte del reino de Ryukyu desde el siglo XIV al XIX. Allí estaban, con pinceles en mano, kimonos originales de Japón y una decena de prendas que tenían que ponerse encima Analía Tengan, Elena Asato y Nieko Itokazu (llegó a Argentina a los 8 años). Les llevó casi dos horas alistarse. “Esto se baila en la apertura de todas las celebraciones”, remarca Analía, que pertenece a una agrupación japonesa de Buenos Aires, y que recorre el país para mostrar su baile.

Más allá, vestido con traje tradicional, está Tamiji Kanazawa, que llegó a Tucumán en 1969. Camina con sus geta (sandalias de madera con dos dientes) -como si lo hiciera con unas hawaianas- y relata cómo fue que dejó su Japón natal para venirse a Tucumán, donde luego se casó, tuvo hijos y actualmente tiene tres nietos. “Trabajaba en Toyota, pero siempre me gustó viajar. Era aventurero y con una mentalidad libre. Así fue que mandé un currículum y me aceptaron en una fábrica de pilas en Tucumán. Después viajé a Buenos Aires, volví para acá, y puse una tintorería ya con mi mujer que es tucumana”, detalla Tamiji, siempre con una sonrisa amable. Pero cuando empieza la exhibición de Kendo en el anfiteatro, desaparece de los pasillos a toda velocidad para verlos de cerca, ya que no es común presenciar ete tipo de exhibición en Tucumán.

La docente y arquitecta Keiko Saito comenta que actualmente la colectividad japonesa de Tucumán está desestructurada, sin ninguna institución que los integre como comunidad, y que son aproximadamente unas 300 personas, entre japoneses de primera generación, llegando hoy hasta la quinta generación. “Esta situación, de no estar agrupados, se viene prolongando hace aproximadamente 20 años. Por este motivo, la propuesta de este evento que nos hiciera la Asociación Japonesa en la Argentina, a través de Cecilia Onaha, aquí en Tucumán y en el Bicentenario, fue un gran honor además de un pretexto para reunirnos y homenajear a nuestros familiares japoneses”, cuenta Keiko.

Por otra parte, relata que los primeros japoneses llegaron a nuestra provincia en 1910, procedentes de Buenos Aires, e instalaron los primeros cafés de Tucumán, alrededor de plaza Independencia y sobre la calle San Martín: llegaron a fundar hasta cinco bares-café de japoneses. Esta actividad comercial, bar o cafetería, hasta no hace mucho tiempo, identificó a los japoneses.

Luego, Keiko describe que en 1960, la Asociación Japonesa de Tucumán logró la personería jurídica, a partir de entonces y durante 25 años se desarrollaron actividades culturales habituales en su país de origen; y que adquirió su sede definitiva en el pasaje José A. Molina 1.482. En dicha sede, en 1984, se fundó la Escuela de Idioma Japonés que hoy ya no existe. “Mi hijo, Ramiro Uehara, que 15 años, quedó encantado con la presentación de kendo, con ese simulacro de batalla de espadas como sucede en La Guerra de las Galaxias. Se sintió orgulloso de sus ancestros y de ver la riqueza cultural de sus raíces japonesas. En cambio mi sobrino de 9 años se fascinó con las maquetas de papel y las figuras del origami. Mi padre, Gerardo, se emocionó con el bosque de las familias japonesas (se refiere a la muestra de fotos de la historia de inmigrantes japoneses de Tucumán) y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver el árbol de su familia con su padre. También durante el minuto de silencio por los isseis ausentes no pudo evitar emocionarse y vi cómo llevaba su mirada al cielo como diciendo ‘papá esto es en tu honor, gracias”, describe Mauricio Uehara, a quien las canciones, el baile y la charla de comidas le trajeron a la memoria la imagen de su abuelo cuando era niño. Y -confiesa- el retumbar de los tambores taiko despertaron las ganas de reflotar las tradiciones de sus ancestros en Tucumán.


En 2002, gracias a la gestión de la profesora Liliana Palacios se inicia el curso de Idioma Japonés en el marco de los Cursos de Extensión a la Comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.  Desde entonces se dicta ininterrumpidamente, contando año a año con alumnos de diferentes carreras universitarias e interesados de la comunidad. Consta de Nivel Inicial y de Nivel Intermedio. A lo largo de estos 14 años de enseñanza del idioma japonés en Tucumán, aproximadamente unos 10 alumnos lograron el acceso a programas de posgrado, magister y doctorados; cinco alumnos a programas de intercambio de estudiantes secundarios y 10 alumnos obtuvieron certificados de nivel internacional, Nihongo Noryoku Shiken. “Muchos alumnos, profesionales reconocidos del medio, lograron a través del estudio del idioma japonés un nicho laboral en empresas y con universidades de Japón, desarrollando activamente intercambios científicos y académicos”, cuenta la docente Keiko Saito. Informes, en: lenguas.comunidad@filo.
unt.edu.ar 

Estudio de Japonés 

En 2002, gracias a la gestión de la profesora Liliana Palacios se inicia el curso de Idioma Japonés en el marco de los Cursos de Extensión a la Comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.  Desde entonces se dicta ininterrumpidamente, contando año a año con alumnos de diferentes carreras universitarias e interesados de la comunidad. Consta de Nivel Inicial y de Nivel Intermedio. A lo largo de estos 14 años de enseñanza del idioma japonés en Tucumán, aproximadamente unos 10 alumnos lograron el acceso a programas de posgrado, magister y doctorados; cinco alumnos a programas de intercambio de estudiantes secundarios y 10 alumnos obtuvieron certificados de nivel internacional, Nihongo Noryoku Shiken. “Muchos alumnos, profesionales reconocidos del medio, lograron a través del estudio del idioma japonés un nicho laboral en empresas y con universidades de Japón, desarrollando activamente intercambios científicos y académicos”, cuenta la docente Keiko Saito. Informes, en: lenguas.comunidad@filo.
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